Corría el año 2009. Una lluviosa tarde
de otoño en la hermosa ciudad de Amsterdam
no invitaba a otra cosa que a cobijarse en un pequeño garito donde se respira
rock y los lugartenientes departen sobre música mientras ésta suena de fondo o
es interpretada en directo por animados jóvenes locales. De repente, el sonido
inconfundible de un órgano Hammond
crea un silencio e invita a prestar mayor atención. Eso suena asombrosamente
bien, suena a Deep Purple en su
época dorada, pero obviamente no se trata de la banda inglesa. Rápidamente la
inquietud se apodera de uno y tras una corta conversación con el camarero se
concreta que la banda en cuestión es una joven banda holandesa llamada DeWolff. Tras una pequeña búsqueda en
ese gran apoyo actual que es Internet, se conoce la inminente publicación de su
álbum de debut, así como la existencia de un EP que deja a las claras que los imberbes chavales del país oranje no
son una mera copia de la banda liderada por Ritchie
Blackmore y Jon Lord. Allí se
perciben influencias de Cream o de The Doors. Sonidos que mezclan el rock
más primitivo, el blues, el hard y la psicodelia para dar forma a unas composiciones
de sabor añejo y de una calidad impropia de la edad de sus componentes.
Más de cinco años después, su
popularidad ha subido como la espuma, sobre todo en su país donde cosechan
numerosos sold outs, y su discografía
se completa ya de cinco discos además de aquel maravilloso EP al que se hacía referencia.
La sala Boite abría sus puertas a los jóvenes
talentos con una entrada espectacular y donde se percibía un número mucho más
elevado de presencia femenina de lo que suele ser habitual en conciertos de
este estilo. Está claro que la belleza y juventud de los protagonistas era un
aliciente extra para el sexo contrario.
Con casi una hora de retraso con
respecto al horario fijado, los tres músicos se subían por fin a las tablas. Los primeros acordes de la embaucadora e hipnótica Evil Mothergrabber servían como punto de
partida a un viaje que duró algo menos de dos horas. Una de las curiosidades
de este power trío reside en la
ausencia del bajo, siendo Robin Piso
quien suple esas líneas con su gran trabajo con el órgano Hammond, sin duda uno de los puntos fuertes del sonido de la banda.
Numerosos temas de su último y
reciente trabajo, “Grand Southern
Electric”, como Satilla No.3, Stand Up Tall o Dance of the Buffalo fueron presentados mientras la banda se
deleitaba alargando las piezas y sumergiéndose en jams e improvisaciones que transportaban al público a una época
lejana donde los músicos se dejaban llevar en directo. Las canciones que en
estudio ya sonaban muy bien, se veían multiplicadas en su interpretación en
directo, ganando matices y supurando ese sentimiento que Pablo van de Poel pone tanto en su voz como en su guitarra. Sin
duda, el holandés tiene el talento y el saber hacer de aquellos ídolos de su
infancia que le hicieron ser lo que es ahora.
Temas pretéritos y magníficos como Yellow Rat Magic Blues o Medicine se intercalaban entre los
más novedosos sin bajar la intensidad del concierto en ningún momento.
Trallazos de rock directo entremezclados con piezas de corte más blues, pasajes
de psicodelia abrazados por aires progresivos, riffs penetrantes y embaucadores, exhibiciones personales sin
perder nunca la perspectiva de un conjunto para reanudar el ritmo de las
canciones sin cambios bruscos o repentinos. Guitarras sacadas de los primeros
años de la década de los setenta, teclas que parecen hablar por si solas y una
base rítmica potente y cuidada al mismo tiempo. Una auténtica maravilla.
Acercándose al final del concierto y
con la gente totalmente asombrada a la par que entregada, la alargadísima The Pistol, que contó con solos
descomunales de los tres miembros, daba paso al momento que para el que
suscribe supuso una evocación de sentimientos inenarrable. Don’t You Go Up the Sky, la canción con la que había entrado al
mundo de DeWolff, atronaba en una sala a
reventar. Ese órgano que traía a la cabeza al mismísimo Jon Lord, ese estribillo pegadizo y ese fantástico solo conjunto al
estilo Deep Purple, suponían el
broche de oro a una velada mágica.
Los tres héroes se retiraban a sus
camerinos para volver arengados por el fervor del gentío. Pablo se animó a decir unas palabras en
castellano y agradeció el apoyo del público a la vez que manifestaba su asombro
por la inesperada entrada del bolo. Entre aplausos, los holandeses pusieron
punto y final al show con la interpretación de Restless Man y una Gold and
Seaweed que
atesoró la última muestra de su talento, capacidad compositiva y amor por la
música.
En su despedida prometieron volver el
año que viene, y es que numerosas noches mágicas nos quedan por delante con el trío
holandés. El futuro está en buenas manos.
Setlist: Evil Mothergrabber / Satilla No.3 / Yellow Rat Magic Blues / Medicine / Vicious
Times / (Ain´t Nothing Wrong With) A Little Bit of Loving / Stand Up Tall /
Dance of the Buffalo / Crumbling Heart / The Pistol / Don’t You Go Up the Sky /
Restless Man / Gold and Seaweed
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