Siete años han pasado ya desde su
último disco en estudio. Siete años en los que el estadounidense no ha parado
de girar y de editar numerosos directos de sus diferentes épocas, pero donde
ha destacado sobremanera su carácter polémico y su actitud facha y provocadora que tantos
enemigos y detractores le generan.
Siempre he sido partidario de no
mezclar los temas extramusicales a la hora de escuchar o ser seguidor de un
artista, por lo que esperaba con entusiasmo la edición de este nuevo disco de un artista al que siempre he admirado musicalmente. Por
si fuera poco, el título del álbum no podía ser más claro y conciso, “Calla y toca”. Bien es cierto, que
cuando das un repaso a los títulos y las letras de las canciones, ves que es el
propio Ted el que lo mezcla todo y
saca su vena más patriótica y americana.
Pero si la vuelta a la actividad del Motorcity Madman ya era motivo de
celebración, el retorno a la banda del gran Derek
St. Holmes, con quien se facturaron los mejores discos del americano, hacía
que las ganas aumentasen exponencialmente. Para colmo, se anunciaba la
colaboración del excéntrico y simpático Sammy
Hagar. Las expectativas no podían ser mejores.
Desgraciadamente, la primera escucha fue un
jarro de agua fría. Ni rastro de ese estilo y esa línea marcada durante la década de los 70, incomprensible la vuelta de Derek
cuando canta únicamente en un tema. Sin embargo, una vez asumido que el disco no iba a girar
sobre esos derroteros y dándole más oportunidades, puedo decir que estamos ante
un disco más que digno. Directo y al grano, tal y como es el guitarrista de
Detroit.
Abre el disco el tema que da título al
mismo, Shutup & Jam, y cuya apertura es fiel reflejo de lo que nos
vamos a encontrar en él. Tras un grito con las palabras que dan nombre a la
canción, el frontman mete sexta y nos escupe en la cara un rock directo y sin
concesiones, con marcados ramalazos punkarras. De hecho, esta es una tónica
general en el disco y hace que en ciertos momentos me venga a la cabeza el mismísimo
Michael Monroe. Gran culpa de esto la
tiene la voz de Ted, y es que ni
siquiera la vuelta de Holmes ha hecho
que el americano ceda un ápice de protagonismo, como bien queda reflejado en
una egocéntrica y horrible portada.
Fear Itself, sin duda uno de los mejores cortes
del álbum, inicia con un riff que recuerda a la época setentera del grupo, para
luego volver a tomar ese tono agresivo que mantiene el disco. Cabe destacar
sobremanera el buen pasaje de guitarra en la parte central de la canción. Y
es que si algo no puede faltar en un disco de Ted Nugent, son los magníficos punteos y jugueteos con las seis cuerdas.
Everything Matters es el único tema donde la voz
principal corre a cargo de Derek St.
Holmes. Un tema más clásico y con una marcada base bluesera que recuerda a grandes canciones como Hey Baby, del majestuoso álbum debut de
la banda. Y ya puestos a ceder protagonismo, la divertida
She’s Gone cuenta con un fantástico Sammy Hagar a la voz. Un tema hard-rockero sencillo y muy típico
del Red Rocker y tras el que entran
ganas de ver un proyecto conjunto entre ambos rockstars.
A partir de aquí, Ted toma las riendas del micrófono y lo hace de la mano de uno de
los temas más comerciales y pegadizos del disco, Never Stop Believing. Una
canción cuyo estribillo se te queda grabado a fuego tras la primera escucha y
donde podemos apreciar una guitarra mucho más melódica. La letra evoca el Sueño Americano, y es que el músico aprovecha para dejar bien clara su ideología, como vuelve a demostrar en los
dos siguientes trallazos, I Still Believe y I Love
My BBQ.
El momento de exhibición viene con la
instrumental Throtteldown, que sirve como punto de inflexión del álbum antes
de encarar una espidica recta final con puñetazos directos al pecho como Do-Rags
and A.45, donde demuestra su pasión por las armas de fuego, un Screaming
Eagles donde destaca la buena base rítmica a cargo de Mick Brown, un Semper Fi dedicado a la
marina estadounidense, y la pegadiza Trample the Weak Hurdle the Dead. Todo temas de escasa duración que
reflejan el espíritu del disco y que desembocan en otra versión, esta vez
bluesera, del tema Never Stop Believing.
De esta manera acaba un disco que
apenas dura 46 minutos, muy raro para los tiempos que corremos y que es posible
que provoque críticas, pero que en mi opinión es una duración perfecta para un
álbum. Si de una cosa pecan la mayoría de los discos de las últimas décadas es
de excesivo minutaje. Un disco muy disfrutable si dejas atrás la idea de
escuchar el sonido clásico de la banda y al que poco a poco te irás enganchando
y que dejarás que dé una vuelta tras otra. Dejémonos de prejuicios políticos y
humanos, y SHUTUP & JAM.
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